El Hospital Universitario Infanta Elena pone en marcha el Programa del Paciente Frágil para preservar la autonomía de los mayores hospitalizados
- El programa se basa en tres pilares: la identificación precoz de los pacientes que más riesgo tienen de presentar deterioro, la aplicación de un programa específico para evitar el deterioro funcional en el paciente y la implementación de una estrategia multidisciplinar para prevenir el delirium hospitalario para disminuir el riesgo de cuadro confusional.
- Abordar todos los problemas del paciente mayor preservando al mismo tiempo su autonomía pasa por cambiar la forma de atenderle, respondiendo a sus necesidades clínicas, pero también a las funcionales, mentales y sociales.
- El objetivo es que el paciente, una vez superado el proceso agudo que ha motivado su ingreso, se reinserte en su vida social en el mismo estado que estaba antes de ser hospitalizado.
- Desde la puesta en marcha del programa, el pasado otoño, más de 200 pacientes han sido incluidos en él, el 80 por ciento de los cuales recibieron el alta hospitalaria sin haber experimentado ninguna pérdida funcional, lo que confirma el éxito de la estrategia.
El Hospital Universitario Infanta Elena, integrado en la red sanitaria pública madrileña, ha puesto en marcha el Programa del Paciente Frágil para conseguir que los pacientes mayores ingresados tengan el menor deterioro funcional posible durante su estancia hospitalaria por una enfermedad o problema de salud.
Este programa se basa en tres pilares. El primero de ellos es la identificación precoz de los pacientes que más riesgo tienen de presentar deterioro. "Los pacientes frágiles son muchos y su definición es compleja", explica la Dra. María Herrera, jefe del Servicio de Geriatría del Hospital Universitario Infanta Elena y responsable del proyecto en el centro, pero algunos factores pueden ayudar a decidir su inclusión en el programa, como sufrir pérdida de peso, disminución de la velocidad de marcha o sarcopenia, además de superar los 75 años.
El segundo pilar se centra en la aplicación de un programa específico para evitar el citado deterioro funcional en el paciente, con medidas como la realización de ejercicio físico durante el ingreso (adaptado a su situación clínica), cuyo eje central es la deambulación diaria y supervisada, y para la que es fundamental la colaboración de familiares o cuidadores. Para ello, se ha suministrado a todos los pacientes que cumplen los criterios una pulsera de actividad que registra los pasos diarios que realizan para motivar la deambulación y el ejercicio físico. Junto a estas medidas, se implementan otras para promover los autocuidados (estrategias para vestirse solos, uso de espesantes en el caso de pacientes con disfagia o dificultad para la deglución, etc) y la continencia urinaria (uso autónomo del baño…).
Finalmente, también se desarrolla una estrategia multidisciplinar para prevención del delirium hospitalario en la que se intenta, a través de una serie de medidas, disminuir el riesgo de cuadro confusional en estos pacientes. Con este objetivo, se han creado protocolos que intentan respetar sus horas de sueño y descanso aplicando cambios en los horarios de administración de la medicación y de extracción de analíticas, se fomenta la presencia de objetos personales (fotografías, zapatillas de casa, etc) y se ha dotado a las habitaciones de relojes y calendarios para orientar a los pacientes.
La fragilidad, un problema de salud relevante
El envejecimiento de la población, que implica una serie de cambios fisiológicos en el individuo, a menudo acompañados de una merma en la propia capacidad para solventarlos, y la mejora de la asistencia sanitaria han generado nuevos problemas en el entorno hospitalario entre los que destaca el deterioro funcional asociado al ingreso.
Y es que los pacientes de mayor edad, especialmente los que presentan cuadros adicionales que les hacen más vulnerables y frágiles, corren el peligro de perder su autonomía personal tras una hospitalización por un evento agudo, en muchos casos debido a la inmovilidad que experimentan durante ese periodo, que conduce a pérdida de masa muscular y de capacidad funcional y a debilidad general -según estudios recientes, los adultos mayores hospitalizados pasan sólo el 3 por ciento de su tiempo de pie o caminando, pese a que menos del 5 por ciento tiene indicaciones médicas de reposo en cama-. Además, sus efectos pueden prolongarse más allá del ingreso, siendo mayor el riesgo de caídas incluso dos semanas después de alta hospitalaria.
La bibliografía y la evidencia científica confirman estos datos. Así, la fragilidad cada vez protagoniza más congresos y citas científicas de la especialidad geriátrica, asegurándose por parte de los expertos que nos encontramos ante un problema de salud relevante que afecta a entre el 8,5 y el 20,4 por ciento de la población española mayor de 70 años -aumentando a medida que se envejece-, y que se sitúa como potente predictor de discapacidad junto a otros factores como la edad, la multimorbilidad, la polifarmacia, la malnutrición, el declinar cognitivo o la mala calidad de vida.
Cambio de paradigma
En este escenario el método clínico habitual no es suficiente para abordar todos los problemas del paciente mayor preservando al mismo tiempo su autonomía. Conseguirlo pasa por cambiar la forma de atender a este tipo de paciente, respondiendo a sus necesidades clínicas, pero también a las funcionales, mentales y sociales.
En esta línea, el Hospital Universitario Infanta Elena empezó a elaborar este programa el pasado verano y lo puso en marcha en otoño, una vez organizados todos los protocolos. Desde entonces más de 200 pacientes han sido incluidos en él, el 80 por ciento de los cuales recibieron el alta hospitalaria sin haber experimentado ninguna pérdida funcional, lo que confirma el éxito de la estrategia.
El programa, incluido en la Historia Clínica Electrónica, implica principalmente a los servicios de Geriatría, que impulsó el proyecto, Medicina Interna, Neumología y Traumatología, aunque, como matiza la Dra. Herrera, "en realidad incluye a toda la hospitalización porque, independientemente del proceso agudo por el que ingrese, el paciente frágil va a necesitar nuestra ayuda para mantener su autonomía y minimizar dependencias durante su hospitalización".
Así, en el marco de esta iniciativa, se han agrupado los ingresos de los pacientes incluidos en ella en la misma planta del hospital, con el fin de unificar el trabajo y contar con el personal de Enfermería que fue formado específicamente en este programa. Por su parte, los geriatras del hospital lideraron también una jornada de formación para todo el personal del centro con el fin de implicarles a todos en su desarrollo para su mayor éxito de implantación.
El programa adapta el hospital al paciente, en lugar de que sean los pacientes quienes tengan que hacer ese esfuerzo. Con él "se mejora la funcionalidad del paciente y la relación familiar -continúa-, fomentado así el cuidar bien y dejarse cuidar, tan importante en las fases avanzadas de la vida". El principal objetivo es no es otro que el paciente se vaya de alta sin haber perdido actividades básicas de su vida diaria, como la deambulación, la continencia, etc, lo que hará que sea menos derivado a residencias u hospitales de apoyo, que tenga menos reingresos y un menor índice de depresión y reducirá la sobrecarga del cuidador.
"Son ventajas para todos, primero para el propio paciente, después para la familia y, finalmente, para el sistema sanitario, por la menor utilización de recursos en la que se traduce", concluye la Dra. Herrera.